El viaje que cambió nuestra vidas

En los momentos más importantes de nuestra vida hacemos balance y nos damos cuenta de cómo hemos llegado aquí. Podemos hacer un recorrido mental por los acontecimientos que nos llevaron a estar donde ahora estamos pero una vez en ese punto es difícil saber qué camino será el que ahora elijamos porque no al final de todos está la felicidad. 

Una estrategia que para mí ha sido efectiva es dejar pasar el tiempo e ir viendo qué nos regala la vida. En esta fase pasiva podemos dedicar tiempo a examinar cómo van curando las heridas y a conocernos mejor, a entender el porqué y analizar el momento el que todo dio un giro de 180 grados. 

Pero una conversación, o diez, con una amiga, un viaje al centro de un paraíso o un "sí sí" cuando todo el mundo esperaba oír un "no no" nos hace darnos cuenta de que en realidad ya habíamos elegido el camino, pero que íbamos yendo paso a paso. 
Vista de la ciudad de Viena desde Domkirche St. Stephan
A todos nos encantaría saber cuál es la decisión correcta. La arriesgada nos hace sentir valientes y la cómoda nos hace sentir fuera de peligro, pero ninguna de las dos está exenta de peligros. Los obstáculos de la vida siguen apareciendo inesperadamente y a veces nos sorprenden con el viento en contra, cuando más débiles nos sentimos, en esos momentos en los que pensamos "¿y ahora esto? ¡No puedo más!" Pero sí puedes, claro que puedes, ¡podemos!.

Yo hice un viaje, uno de esos que se hacen para sentir la manera en el que el frío congela las lágrimas, acompañada de quien disfruta de una buena carcajada. Y descubrí que, a veces la casualidad es caprichosa, y que puedes lanzarte a una aventura con 2.000 curvas, ese tipo de aventuras que te hacen sentir extremadamente loca y viva.

No hay que mirar atrás, no hay que pensar en quien viajaba con nosotros sino en lo que nos enseñó: a matar nuestros propios dragones. Mirar hacia adelante y proyectar un café al sol, será más que suficiente para sentir cómo la vida nos vuelve a sonreír. 

@Ohihane

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